Javier, un alumno de 3º, reconstruye así el momento en que Rodrigo se entera, a través del esclavo negro Kuraish, de que su amada Sulaima ha sido tomada como rehén por el Califa (Cap. 13, págs. 114 y ss.)
En la acción de la novela original se pierde el rastro de Rodrigo, que sale corriendo tras el criado, y asistimos al desconcierto de Hantal y Fernando. Javier prefiere seguir a Rodrigo y contarnos lo que hace en ese tiempo (En Arial el texto creado por Javier):
-¡Espera, espera tengo que hablar contigo!- gritó.
En un santiamén se había esfumado del cuartucho.
Rodrigo llevó a Kuraish a los alrededores de la mezquita donde le suplicó:
- ¡Tienes que ayudarme, en ello va mi amor! ¡Tienes que ayudarme, Kuraish!
- ¡No sé si puedo señor, podría peligrar mi vida si os ayudara pero... por otra parte...¡Lo haré!
- Gracias, muchas gracias. Ahora debemos preparar un plan.
Los dos se pusieron a pensar un rato y Kuraish se acordó de que esa misma noche venía a visitar a Bouchra su amante y que por eso no iba a haber guardia, sólo un eunuco grande y sordomudo que guardaba el pasillo para avisarle a su señora si ocurría algo extraño, la guardia que recorría todo el alcázar y los dos guardias de la puerta.
Kuraish se lo dijo y en ése mismo instante Rodrigo tuvo una revelación:
- En una zona de la muralla hay una grieta por la que podría caber un hombre, me mandó revisarla el califa, y no hay guardia. Ya tenemos plan, pero falta algo...
Rodrigo se puso a escribir, cuando finalizó Kuraish le preguntó:
- ¿Qué es señor?
- Es una carta para Sulaima, sólo debe leerla ella.
Se la entregó a Kuraish y se marchó sin decir adonde. Kuraish fue al alcázar y le hizo llegar la carta a Sulaima junto con el plan que habían elaborado entre los dos.
A solas Sulaima leyó la carta que contenía un poema:
A la hora de completas
tras la cortina me esperas.
Si no te siento, me muero;
si no te veo, me altero;
en el alcázar te espero
a la luz de las estrellas.
A la hora de completas
tras la cortina me esperas.
A Sulaima le cambió la cara de emoción, luego leyó toda la información del plan escrito debajo y planeó cómo ir hasta la cortina sin ser vista.
Mientras tanto Rodrigo fue a llamar a Fernando. Tiró unas piedras a su ventana.
-¡Fernando! ¡Fernando! Soy yo... Rodrigo. Asómate.
El muchacho se precipitó a la ventana y la abrió. Una sombra, a contraluz de la luna, apareció ante él.
-Fernando te necesito urgentemente... “