De manera estática, deteniendo la acción del
relato para contar cómo es el lugar y mostrándolo como en una fotografía o una
cámara fija.
De forma dinámica, acompañando a los
personajes según avanza la acción. Aquí la descripción es móvil, como una
cámara cinematográfica que acompañase al personaje. Observa esta descripción de
Baroja:
Un día fueron todos a ver a los parientes. A Andrés, sólo tener que ponerse la camisa planchada, .le dejó de un humor endiablado.
Los parientes vivían en un caserón viejo de la parte antigua de la ciudad.
Era una casa grande, pintada de azul, con cuatro balcones, muy separados unos
de otros, y ventanas cuadradas encima.
El portal era espacioso y comunicaba con un patio enlosado como una
plazoleta que tenía en medio un farol.
De este patio partía la escalera exterior, ancha, de piedra blanca, que entraba en el edificio al llegar al
primer piso, pasando por un arco rebajado.
Llamó don Pedro, y una criada vestida de negro les pasó a una sala grande,
triste v oscura.
Había en ella un reloj de pared alto, con la caja llena de incrustaciones,
muebles antiguos de estilo Imperio, varias cornucopias y un plano de Valencia
de principios del siglo XVIII.
Poco después salió don Juan, el primo del padre de Hurtado, un señor de
cuarenta a cincuenta años, que les saludó a todos muy amablemente y les hizo
pasar a otra sala, en donde un viejo, reclinado en ancha butaca, leía un
periódico.
En
ambos casos, pero más favorable al segundo, se pueden emplear técnicas
cinematográficas para describir: encuadres, movimientos de cámara, angulaciones
del punto de vista... Lo comprobamos en Lenguaje del cine 1 [Movimientos de cámara, 6.20] y Lenguaje del cine 2 (Posiciones de cámara 0.0; Encuadres, 1.30 – 4,20)]
Una muestra-resumen en Ejemplos de planos audiovisuales.
Lo que acabas de ver también lo
puedes emplear en tu relato literario:
Como ya has aprendido muchas cosas vas a aplicarlas,
contando una secuencia de tu argumento donde incluyas movimientos de cámara, encuadres,
planos... esto es, haciendo que se aprecie claramente la descripción
cinematográfica.
Te
sorprenderá comprobar cómo Azorín, en el comienzo de su novela La Voluntad, utiliza un larguísimo zoom seguido de un travelling que acaba en dos primeros planos (plano-contra-plano
típico de los diálogos cinematográficos) ¡Y eso incluso antes de que existieran
esos movimientos de cámara en el cine! Compruébalo, y también cómo utiliza para
describir los diferentes sentidos:
A lo lejos, una campana toca lenta, pausada, melancólica. El cielo
comienza a clarear indeciso. La niebla se extiende en larga pincelada blanca
sobre el campo, y en clamoroso concierto de voces agudas, graves, chirriantes,
metálicas, confusas, imperceptibles, sonorosas, todos los gallos de la ciudad
dormida cantan. En lo hondo, el poblado se esfuma al pie del cerro en mancha
incierta. Dos, cuatro, seis blancos vellones que brotan de la negrura, crecen,
se ensanchan, se desparraman en cendales tenues. Los golpes espaciados de una
maza de esparto, resuenan lentos.
Poco a poco la lechosa claror
del horizonte se tiñe en verde pálido. El abigarrado montón de casas va de la
oscuridad saliendo lentamente. Largas vetas blanquecinas, anchas, estrechas,
rectas, serpenteantes, se entrecruzan sobre el ancho manchón negruzco.
(...) Las herrerías despiertan
con su sonoro repiqueteo; cerca, un niño llora; una voz grita colérica. Y
sobre el oleaje pardo de los infinitos tejados, paredones, albardillas,
chimeneas... surge majestuosa la blanca mole de la iglesia Nueva.
La ciudad despierta. Las
desiguales líneas de las fachadas fronterizas a Oriente, resaltan al sol en
vívida blancura. Arriba, en el santuario, una campana tañe con dilatadas vibraciones.
Abajo, en la ciudad, las notas argentinas de las campanas vuelan sobre el sordo
murmullo de voces, golpes, gritos de vendedores, ladridos, canciones, rebuznos, tintineo de fraguas, ruidos mil de la
multitud que torna a la faena. (...) Aquí y allá, en el mar gris de los tejados
uniformes, emergen las notas rojas, amarillas, azules, verdes, de pintorescas
fachadas. (...). Las campanas tocan en multiforme campaneo. El humo blanco de
las mil chimeneas asciende lento en derechas columnas. En las blanquecinas
vetas de los caminos pululan, rebullen, hormiguean negros trazos que se
alejan, se disgregan, se pierden en la llanura: Llegan ecos de canciones,
traqueteos de carros, gritos agudos. La campana de la iglesia Nueva tañe pesada (...)
A la derecha de la iglesia
Vieja -ya en la ciudad- está la parte antigua del poblado. La parte antigua se
extiende sobre escarpada peña en apretujamiento indefinido de casas bajas, con
las paredes blancas, con las puertas azules, formadas en estrechas callejuelas
que reptan sinuosas. El laberinto de retorcidas vías prosigue enmarañado. En el
fondo de una calleja de terreros tejadillos, el recio campanario de la iglesia
Vieja se perfila bravío.
(...) Junto a la torre, la calle de las Once Vigas baja precipitada
en sus once resbaladizos escalones. Luego, dejada atrás la calle, se recorre
una rampa, se cruza la antigua puerta derruida del Castillo, se sale a una
pintoresca encrucijada. En el centro, sobre un peñasco enjabelgado, se yergue
una doble cruz verde inquietadora. La calle de la Morera desciende ancha. Y doblada
la esquina, recorridos breves pasos, la plaza destartalada del Mercado aparece
con sus blancos soportales en redondos arcos ,con su caserón vetusto del
ilustre concejo.
Y la edificación moderna comienza: casas anodinas, vulgares,
pintarrajeadas; comercios polvorientos, zaguanes enladrillados de losetas
rojizas. A ratos, una vieja casa solariega se levanta entre la monotonía de las
casas recientes (...)
La casa fue
terminada el día de la Cruz de Mayo. En la fachada, entre los dos balconcillos
de madera, resalta en ligero relieve una cruz grande. Dentro, el porche está
solado de ladrillos rojos. Las paredes son blancas. (...) Y sobre la blancura
vívida de la cal, resaltan brilladores, refulgentes, áureos, los braserillos
diminutos, las chocolateras, los calentadores.
Ancho arco divide la entrada.
A la izquierda, se sube por un escalón a una puerta pintada de encarnado
negruzco. (...) Es la puerta de la sala. Amueblan la sala sillas amarillas con
vivos negros, un ancho canapé de paja, una mesa, A lo largo de las paredes luce
un apostolado en viejas estampas toscamente iluminadas.
(...) Sobre la mesa reposan tres volúmenes en folio, y en hilera,
cuidadosamente ordenados, grandes y olorosos membrillos. En el fondo, cierra la
alcoba una mampara con blancas cortinillas.
A la derecha del porche, se abre la cocina de ancha campana. A los lados,
adosados á la pared, corren dos poyos bajos. Dos armarios, junto a cada poyo,
guardan el apropiado menaje. La luz, en la suave penumbra, baja por la
espaciosa chimenea y refleja sobre las losas del hogar un blanco resplandor
(...).
Dulce sosiego se respira en el ambiente plácido. En la vecindad los
martillos de una fragua tintinean argentinos. A un extremo de la mesa de
retorcidos pies, en la entrada, Puche, sentado, habla pausadamente; al otro
extremo Justina escucha atenta. En el fondo umbrío de la cocina, un puchero
borbolla con persistente moscardoneo y deja escapar tenues vellones blancos.
Puche y Justina están sentados. Puche
es un viejo clérigo, de cenceño cuerpo y cara escuálida. Tiene palabra dulce de
iluminado fervoroso y movimientos resignados de varón probado en la amargura.,
Susurra levemente más que habla; sus frases discurren untuosas, benignas,
mesuradas, enervadoras, sugestivas. (...)
Justina es una moza fina y blanca. A
través de su epidermis transparente, resalta la tenue red de las venilIas
azuladas. Cercan sus ojos llameantes anchas ojeras. y sus rizados bucles rubios
asoman por la negrura del manto, que se contrae ligeramente, al cuello y cae luego
sobre la espalda en amplia oleada.
Justina escucha atenta á Puche.
Alma cándida y ardorosa, pronta á la abnegación o al desconsuelo, recoge
píamente las palabras del maestro y piensa.
Azorín. La Voluntad.
En la Antología del relato policial que está leyendo también puedes
encontrar…
Picados (Un suicidio curioso. p.248),
Media hora después estaba mirando las negras aguas del lago Leman desde un
elegante puente suizo. Permaneció largo rato contemplándolas, imaginando su
cuerpo cayendo en ellas desde allí arriba, cayendo en el agua sin salpicar,
hundiéndose.
Miró fijamente aquella profunda oscuridad que parecía tan sólida y que, en
realidad, era tan receptiva que estaba tan dispuesto a tragárselo y a mandarlo
a la muerte. Pero no tenía el valor ni sentía la desesperación necesaria para
suicidarse
Travelling (Si muriera antes de despertar pp.184-185);
Algo más lejos (a mi me pareció
como un kilómetro y medio) vi una hilera de carteles anunciadores; tardé mucho
tiempo en llegar hasta ellos, pero cuando por fin lo hice, me alegré de haber
continuado en esa dirección, porque en la parte inferior de los palos que
sostenían los carteles –estos quedaban muy por encima de mi cabeza- vi pequeñas
rayas. Hasta este lugar, al menos, Jeanie había permanecido fiel a su
costumbre. Al atardecer este paraje debía de ser muy solitario; pero ahora era
terrible: una carretera desierta, flanqueada por la densa oscuridad del campo,
en el que los altos pastizales susurraban agitados por el viento. Había postes
de alumbrado, pero estaban tan lejos uno del otro, así que los trechos oscuros
me resultaban muy largos. Todos los postes, sin embargo, estaban marcados con
tiza, lo que quería decir que él no se atrevió a que nadie los llevara en
coche.
Me di media vuelta para mirar atrás, y las luces de la ciudad eran apenas
un resplandor que se reflejaba en el cielo. ¡Qué ganas tenía de volverme! (…)
Una masa más oscura que la oscuridad que me rodeaba se me iba acercando poco a
poco. Era como una gran muralla negra donde iban a morir los campos y que, a
medida que yo me aproximaba, se iba haciendo más alta. ¡Era el bosque!.
Al fin los árboles me rodearon por todas partes.
Panorámicas (La banda moteada. p. 27),
El edificio, de piedra gris con
manchas de liquen, tenía una parte central más alta y dos alas curvas, como las
pinzas de un cangrejo, que sobresalían por los lados. En una de aquellas alas,
los vanos de las ventanas estaban tapados con tablas, y se apreciaba que el
techo se había hundido en parte, ofreciendo una conmovedora imagen de ruina y
desolación. La parte central se hallaba en mejor estado de conservación, y el
bloque de la derecha, por su construcción comparativamente moderna, las
celosías de las ventanas y el humo azul que formaba espirales por encima de las
chimeneas, ponía de manifiesto que en esta ala era donde residía la familia.
Algunos andamios cubrían la pared del final, y se habían hecho algunos
orificios en la sillería, pero cuando llegamos nosotros no se veía a nadie
trabajando. Holmes paseó, con gran lentitud, de un extremo a otro por el césped
mal cuidado, y examinó con mucho interés la parte exterior de las ventanas.
Planos
detalle (Solo pueden ahorcarle una vez. p. 123)
Cerró cuidadosamente la puerta tras sí y subió hasta el tercer piso. Allí
vio a Jarboe, arrodillado junto a la puerta del dormitorio de Timothy Binnett y
espiando por el ojo de la cerradura. En el suelo, a su lado, había una bandeja con
un huevo en una huevera, una tostada, una jarrita de café, vajilla, cubiertos
de plata y una servilleta.
La
descripción puede ser incluso el elemento que organice el relato. El ejemplo esta vez está
en un poema-descripción del francés Arthur
Rimbaud (¡lo escribió a los 16 años!); se titula El durmiente del valle.
Observa el leve movimientos cinematográfico ¿De qué procedimiento se trata?.
Es un claro
del bosque donde canta un río
colgando alocadamente de las hierbas jirones
de plata; donde el sol de la altiva montaña
brilla: es un pequeño valle espumoso de luz.
colgando alocadamente de las hierbas jirones
de plata; donde el sol de la altiva montaña
brilla: es un pequeño valle espumoso de luz.
Un soldado,
joven, boquiabierto, cabeza desnuda
la nuca bañada en la frescura azul,
duerme; está tumbado en la hierba, bajo el cielo,
pálido en su verde lecho donde llueve la luz.
la nuca bañada en la frescura azul,
duerme; está tumbado en la hierba, bajo el cielo,
pálido en su verde lecho donde llueve la luz.
Los pies en
los gladiolos, duerme. Sonriendo como
sonreiría un niño enfermo, está soñando:
Naturaleza, mécelo cálidamente: tiene frío.
sonreiría un niño enfermo, está soñando:
Naturaleza, mécelo cálidamente: tiene frío.
Los perfumes
no hacen que se estremezca su nariz;
duerme bajo el sol, la mano sobre el pecho, tranquilo.
duerme bajo el sol, la mano sobre el pecho, tranquilo.
Tiene dos
agujeros rojos en el costado derecho.
Dos consejos finales:
La dificultad de describir un espacio
disminuye cuando el lugar es conocido. Aunque hayas elegido un argumento
situado en un lugar extraño para ti, procura ver en él alguna localización
cercana a ti, que lo sustituya. Si lo haces así podrás desenvolverte mejor y el
lugar será más creíble.
Para que puedas “meter” al
lector en tu relato es importante que al
describir utilices los cinco sentidos; los seres humanos nos comunicamos con el
mundo a partir de la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato; úsalos y
la descripción será más eficaz.
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