El narrador debe, o puede,
contar no sólo las acciones y circunstancias de la historia, sino también lo
que dicen y piensan los personajes. Para eso tiene varias formas de hacerlo:
Estilo
indirecto.
En este caso el narrador cuenta,
con sus propias palabras, lo que los personajes dicen, resumiendo el contenido
de sus palabras. De esta forma, la intervención del personaje queda incluida en
el discurso del narrador. Reconocemos en él lo que los personajes cuentan o
dicen, pero a través de la voz del narrador.
Estilo directo.
El pensamiento o las
palabras del personaje no sufren ninguna modificación, el narrador las muestra
textualmente tal como se supone que fueron dichas o pensadas.
Vemos las dos formas de
presentar los diálogos en un mismo fragmento este interrogatorio policial de Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos:
El policía
tenía un cuello fibroso y en el rostro una ligera coloración rojiza, como si
por debajo de su complexión moreno-verdosa, ardiera un oculto temperamento
sanguíneo. A Pedro le produjo la impresión de inteligencia y de fuerza.
– ¡A su salud! -dijo el policía bebiendo también-. ¿Usted en qué trabaja?
Había otro
subalterno a un lado, con la cara muda, inclinado sobre una máquina de escribir
tan sucia que parecían telas de araña los hilos de polvo viejo que se estiraban
por su interior roñoso.
– Hago investigaciones sobre el cáncer.
– ¡Ah! ;Y eso se cura?
Pedro
explicó que el cáncer no se cura. El policía le escuchó con religiosa atención,
como si en uno de sus costados sintiera ya el mordisco de las bocas del
cangrejo.
– Mi madre murió de cáncer -dijo después poniendo cara compungida-.
Ahora, con estos progresos, a lo mejor no hubiera muerto.
Pedro
explicó que, a pesar de los progresos, las madres siguen muriendo.
– No me convence -dijo el policía-. Yo creo que no la entendieron a
tiempo. No crea usted que todos los médicos son igual. Nosotros no
tenemos
seguro. No estamos bien atendidos. ¿Cree usted que pronto se dará con el
antibiótico?
Pedro
explicó que todavía faltaba mucho, que había muchas clases de cáncer y que el
que él investigaba era un cáncer hereditario que aparecía espontáneamente en
una determinada cepa de ratones traídos de América, desde el Illinois nativo.
No todos los cánceres son hereditarios sino sólo unos pocos. Así que, aunque él
descubriera alguna cosa con su investigación, no por eso el camino de la
curación del cáncer quedaría abierto.
En el escrito las intervenciones directas de los personajes aparecen diferenciadas de las palabras del narrador, introducidas por guiones (a veces entre comillas si el diálogo es breve), además, casi siempre se indica expresamente, con un verbo introductorio, el personaje que habla. Ten cuidado con hacer estas indicaciones de una forma variada y original, no caigas en el tópico de "dijo él", "contestó ella". Observa la maestría de L. Martín Santos en Tiempo de Silencio:
– Esta
fresca esta limonada –eligió al fin.
– Estos
limones me los mandan del pueblo -mintió Muecas con voz de terrateniente
- y perdonando lo presente, son superiores.
–¿Quiere
usted otra? -dijo Florita.
Oferta a la
que don Pedro opuso una rápida y firme negativa mientras que Amador decía
confianzudo:
– Tráemela
a mí, chavala.
– No se
hizo la miel para la boca del asno -fue la vernácula respuesta de la
moza con la que hizo visible que, del mismo modo que su padre,
también
ella era capaz -aunque más joven- de inventarse dos distintas personalidades y
utilizarlas alternativamente según el rango de su
interlocutor.
–¡Dásela! -ordenó
el padre más consciente de los lazos de tipo que le unían con un miembro de la
plantilla del Instituto
– Y no seas
tan arisca con el tío Amador -añadió redondeando este nuevo género de
homenaje, menos refinado socialmente hablando, pero quizá más definitivamente
necesario en última instancia.
El diálogo, o estilo directo, se emplea cuando se quiere dar mayor vivacidad a la narración, o para dar mayor sensación de realidad. También sirve para ofrecer al lector la posibilidad de conocer mejor a los personajes, no olvides que los personajes también se retratan en lo que dicen, sin necesitar la intervención del narrador.
El diálogo
se puede presentar puro, sin intervención
del narrador como en el mismo relato (p81),
– ¿Cuánto
tiempo llevaban casados, Brinkerhof? – gruñó el inspector.
– Dos años,
Ja. En Indianapolis fue, Herr Inspector
– ¿Había
estado ella casada anteriormente?
– Nein
– ¿Y usted?
– Nein
– ¿Tenían
enemigos, ella o usted?
– ¡Gott,
nein!
– ¿Eran
felices?
– Como dos
tórtolos éramos – murmuró Brinkerhof.
O también se puede aprovechar el diálogo para narrar lo que hacen los personajes mientras tanto, como en Un suicidio curioso (p. 244):
– ¡Gracias a
Dios, gracias a Dios! ¿Te imaginas lo que habría sido si… si te hubieran
acusado a ti? – preguntó
Lillian bajando la voz, como si las paredes pudieran oír, y acercándose a la
puerta del cuarto de baño.
– Desde
luego –dijo el doctor McCullough, y sintió que de súbito se encendía de
cólera–. Me habría costado mucho demostrar que soy inocente, puesto que estaba
en la casa a la hora del crimen.
–Exactamente.
No lo habrías podido demostrar. Gracias deberíamos dar a ese Anton, el pobre
–su cara se iluminó y sus ojos brillaron–. Un bala perdida. ¡Bueno! ¡Pues el
favor que nos ha hecho…!–se rió con estridencia y giró sobre los talones,
alejándose de la puerta
– No
comprendo de qué te alegras tanto –dijo él secándose las manos metódicamente–.
Es una historia bastante trágica.
Vamos a
practicar lo aprendido escribiendo un fragmento (diferente a los anteriores) de tu relato cuidando
mucho los estilos, la señalización de los
diálogos, los verbos introductorios y las formas de presentarlos.
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