viernes, 21 de febrero de 2014

La Narración. Construir un relato policial (7): El Orden temporal


                En la historia, en la realidad o la fantasía que se toma como tal, las acciones se producen: a la vez (simultáneas) y también unas detrás de otras (consecutivas). En el relato, por exigencia del lenguaje que es lineal, las acciones deben ser contadas unas detrás de otras, en una sola dimensión.
                Ese carácter lineal del relato hace que la forma en que se lleva el tiempo de la historia sea "especial", y que el autor lo organice como a él le interese. Veamos, detenidamente, cómo se puede llevar el tiempo de la historia al relato:
                El orden temporal.
                Puede parecer lo normal que lo que se va a contar empiece por el principio y acabe por el final. Así se hacía, más o menos, en las narraciones tradicionales, y así lo hacen en general algunos relatos actuales, pero...
              Cualquier transgresión a este orden tendrá algún interés expresivo. Recuerda que el narrador no pretende contar una historia por afán de informar; tampoco los chistes tienen esa finalidad.
                Pero aunque se cuente siguiendo el orden lineal progresivo, nunca hay un paralelismo perfecto, pues siempre se acude a hechos sucedidos con anterioridad, para proporcionar información sobre los personajes o las situaciones (estos saltos atrás en el orden temporal se llaman en cine Flash back (Lo vemos en esta escena de la película El show de Truman y lo puedes comprobar en los dos primeros párrafos del relato de P. Highsmith Un curioso suicidio, p. 233).
Además hay hechos que suceden a la vez y sólo pueden ser contados primero uno y luego el otro. La alteración del orden convencional en los relatos es bastante frecuente e intencionada. Observa el comienzo de este cuento de Alejo Carpentier:              


Entonces el negro viejo, que no se había mo­vido, hizo gestos extraños, volteando su cayado so­bre un cementerio de baldosas.
Los cuadros de mármol, blancos y negros vo­laron a los pisos, vistiendo la tierra. Las piedras, con saltos certeros, fueron a cerrar los boquetes de los muros. Hojas de nogal claveteadas se en­cajaron en sus marcos, mientras los tornillos de las charnelas volvían a hundirse en sus hoyos, con rápida rotación. En los canteros muertos, levanta­das por el esfuerzo de las flores, las tejas juntaron sus fragmentos, alzando un sonoro torbellino de barro, para caer en lluvia sobre la armadura del techo. La casa creció, traída nuevamente a sus proporciones habituales, pudorosa y vestida. La Ceres fue menos gris. Hubo más peces en la fuente. Y el murmullo del agua llamó begonias olvidadas.
El viejo introdujo una llave en la cerradura de la puerta principal, y comenzó a abrir ventanas. Sus tacones sonaban a hueco. Cuando encendió los ve­lones, un estremecimiento amarillo corrió por el óleo de los retratos de familia, y gentes vestidas de negro murmuraron en todas las galerías, al compás de cucharas movidas en jícaras de cho­colate.
Don Marcial, Marqués de Capillanías, yacía en su lecho de muerte, el pecho acorazado de medallas, escoltado por cuatro cirios con largas barbas de cera derretida.
Los cirios crecieron lentamente, perdiendo su­dores. Cuando recobraron su tamaño, los apagó la monja apartando una lumbre. Las mechas blanquea­ron, arrojando el pabilo. La casa se vació de visi­tantes y los carruajes partieron en la noche. Don Marcial pulsó un teclado invisible y abrió los ojos. Confusas y revueltas, las vigas del techo se iban colocando en su lugar. Los pomos de medicina, las borlas de damasco, el escapulario de la cabecera, los daguerrotipos, las palmas de la reja, salieron de sus nieblas. Cuando el médico movió la cabeza con desconsuelo profesional, el enfermo se sintió me­jor. Durmió algunas horas y despertó bajo la mirada negra y cejuda del Padre Anastasio. De franca, detallada, poblada de pecados, la confesión se hizo reticente, penosa, llena de escondrijos. ¿Y qué de­recho tenía, en el fondo, aquel carmelita, a entro­meterse en su vida? Don Marcial se encontró, de pronto, tirado en medio del aposento. Aligerado de un peso en las sienes, se levantó con sorpren­dente celeridad. La mujer desnuda que se despe­rezaba sobre el brocado del lecho buscó enaguas y corpiños, llevándose, poco después, sus rumores de seda estrujada y su perfume. Abajo, en el co­che cerrado, sobre el asiento, había un sobre con monedas de oro.
Don Marcial no se sentía bien. Al arreglarse la corbata frente a la luna de la consola se vio con­gestionado. Bajó al despacho donde lo esperaban hombres de justicia, abogados y escribientes, para disponer la venta pública de la casa. Todo había sido inútil. Sus pertenencias se irían a manos del mejor postor, al compás de martillo golpeando una tabla. Saludó y le dejaron solo.

               ¿Qué ocurre aquí? ¿Es extraño, verdad? Se titula Viaje a la semilla y está contado ¡literalmente al revés!, invirtiendo totalmente el orden temporal de las acciones, como en un vídeo marcha atrás (En cine también ocurre, ahí está la escena de la librería en la película Top Secret)

                No es fácil -ni te lo aconsejo- escribir un relato así, pero es una muestra de lo que se puede llegar a hacer. Otra posibilidad más próxima es invertir el orden  las secuencias del relato. Por ejemplo: contar una historia segmentada en varios momentos (secuencias) y, en lugar de ordenarlos cronológicamente, hacerlo al revés (o modificar el orden sólo de algunos). Estas cosas se suelen hacer por alguna razón, no sólo por efectismo: para mantener una intriga, para reflejar mejor las causas que empujaron a cierto final... (Algunos anuncios publicitarios emplean este procedimiento narrativo, como éste de Ikea)
 
Con lo que has visto hasta ahora ya puedes pensar en trazar un plan definitivo para tu relato. Pon por escrito:
-          El argumento: un resumen lineal de los hechos principales que constituyen la historia que vas a contar (15-20 líneas).
-          El narrador que has elegido por fin.
-          La estructura que le vas a dar a la narración, el esquema de cómo vas a organizar tu relato: partes, secuencias, orden…

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Quiénes somos

Éste es el blog del Departamento de Lengua del IES Manuel Gutiérrez Aragón de Viérnoles (Cantabria). Con este título queremos hacer un homenaje a Rafael Barrett, escritor contemporáneo a la Generación del 98, nacido en Torrelavega, muy poco conocido en nuestro país pero una figura fundamental en la literatura y la cultura de Sudamérica, especialmente en Paraguay, país donde vivió intensamente y escribió lo mejor de su obra. Comprometido con su tiempo, Mirando vivir es el título con el que se publicaron sus artículos periodísticos en 1912. Mirar la vida es, precisamente, la función de la escritura literaria, que observa, analiza con una mirada especial la vida de los seres humanos. Barret -ingeniero, matemático, periodista, narrador, ensayista- fue un anarquista no violento que jugó siempre la carta de los perdedores y denunció las raíces de los males sociales. En 2010 se cumplen cien años de su muerte, un buen pretexto para recuperarlo.